lunes, 28 de septiembre de 2020

CATCH FÉTICHE DEL CONGO

 Por Rubén Clavería


Aquí se avecina uno de los artículos más extraños, interesantes y difíciles de explicar en los que me he embarcado. Hablaremos del Catch Fétiche o también conocido como el Wrestling Vudú o Catch Congoleño.

Hace unos días navegando por el catálogo de Netflix me encontré con una serie documental denominada “Deportes del mundo” y en el que dedicaban un capítulo a nuestro protagonista de hoy. No podía perder la oportunidad de ver algo así: mezcla de lucha libre con vudú. Ojito.

Una vez visto el capítulo empecé a buscar información sobre el tema y lo cierto es que no encontré mucho en español. Por eso me he decidido a escribir este artículo. Así que… ¡allá vamos!

Nos encontramos en la República Democrática del Congo, más concretamente en su capital, Kinsasa. Pero para ponernos en situación debemos realizar una clase muy rápida de historia moderna de este país africano.

Leopoldo II, rey de Bélgica, administraba personalmente el país a finales del siglo XIX. Por aquel entonces era el Estado libre del Congo y reinaba esclavizando y torturando de tal manera que realizó un genocidio con más de 10 millones de nativos muertos. No sólo explotó a la gente sino también los recursos del país. Tanto es así que renunció al territorio debido a las presiones internacionales en 1908 y pasó a ser un país administrado por Bélgica y que tendría el nombre del Congo Belga. Desde aquel momento el Congo Belga pasó a ser una “colonia modelo” a la que inculcaban idioma, religión y costumbres belgas, haciendo olvidar sus tradiciones.

En los años 50 el colonialismo estaba de capa caída y en 1959 hubo varias revueltas en el país, se legalizaron los partidos congoleños y se realizaron las primeras elecciones. Patrice Lumumba fue el ganador, pero, en plena guerra fría, aparecieron EEUU y la URSS para ver si podían conseguir parte de ese rico pastel.

El país seguía dividido socialmente en varios territorios y gobiernos autoproclamados. Uno de ellos era el de Mobutu que, asesinando al ganador de las elecciones y con el apoyo de EEUU, se hizo con el control del país y aplicó una de las peores dictaduras africanas que se recuerdan. No entraremos en las atrocidades de este dictador, pero sí diremos que en 1971 cambió el nombre del país por “Zaire” y se dedicó a cambiar el nombre de las ciudades por nombres locales y a eliminar los últimos rastros de colonialismo. Prohibió prácticas occidentales y animaba a la gente a realizar actividades puramente congoleñas poniendo en peligro a la lucha occidental, muy arraigada en el país, aunque no muy importante en ese momento. No olvidemos tampoco que esta terrible dictadura duró hasta finales de los 90 donde el país sufrió una guerra civil que terminó en el derrocamiento de Mobutu y el ascenso al poder de Laurent-Désiré Kabila.

Cuento todo esto porque creo que es interesante a la hora de abordar los orígenes de esta peculiar lucha. En los años 60, y ya puestos en contexto, el país acababa de liberarse del cruel colonialismo belga y el deporte ofrecía unos héroes que eran necesarios para las masas. Cuando Mobutu ordenó que toda actividad lúdica fuera genuinamente congoleña, Edingwe Moto (padre del Catch Fétiche) decidió mezclar la lucha libre con algo auténticamente congoleño: el vudú. Puto visionario, tío. Había creado algo congoleño mezclando dos mundos, a priori, totalmente distintos. Automáticamente fue un éxito. De hecho, en los años 70 pasó a ser el primer deporte nacional por encima del fútbol convirtiendo a los luchadores en estrellas nacionales. Acojonante. Habían vuelto a sus raíces.

Actualmente las competiciones de Catch Fétiche son supervisadas por la Federación Congoleña de Lucha Libre y una de las más importantes del año se realiza el Día de la Liberación donde acuden miles de fans de toda la ciudad (que tiene nada menos que 13 millones de habitantes).

Quise empaparme sobre el tema para poder explicar este deporte con el mayor acercamiento posible, así que vi unos cuantos combates. Youtube está atestado de ellos, doy fe. Lo primero que me di cuenta es lo rudimentario de estos espectáculos. El ring es de una madera no muy flexible y la lona cuenta simplemente con unas delgadas colchonetas que se utilizan para hacer yoga o entrenamientos. Vamos, que duele. El cuadrilátero ni siquiera tiene escaleras y los luchadores suben a él como bien pueden (incluso los más veteranos, como Edingwe). Se añade unos fervientes locutores y unos altavoces que son de tal calidad que hacen daño a los oídos y… Poco más se necesita. Bueno, sí, una charanga que tocan canciones como si fueran las fiestas de un pueblo perdido de Castilla. Y es que me da la sensación que estos espectáculos son, más que otra cosa, una apasionada demostración de la cultura africana. De SU cultura.

Los combates requieren de un sorprendente nivel físico e interpretativo y el objetivo final no es otro que ganarse al público, como en la lucha libre tradicional, pero añadiendo el elemento del vudú. Los luchadores entrenan duramente basando sus movimientos en la lucha grecorromana, pero, como bien dice Guyga (uno de los luchadores más famosos), “antes de usar el fétiche hay que saber pelear”. Primero debes ser un gran luchador, después ya vendrá el fétiche para el regocijo de las masas.

La narrativa del fétiche incluye creencias espirituales muy antiguas, ancestrales más bien. Tienen un carácter tan arraigado que muestran las raíces de África en una lucha lúdica. Por supuesto, los combates siguen un guion establecido, pero el aura de misticismo flota incluso entre el público dando espacio para la expresión cultural.

Las calles de Kinsasa se llenan de caravanas para ver a sus ídolos. Edingwe Moto (no olvidar que es el padre de todo esto) explica que para él Hulk Hogan es un dios, literal. Por eso, en su momento, quería ser como él. Tanto así fue su propósito que ahora el dios es él. No hay nadie que no lo reconozca por la calle y no le grite “Champion!”. Casi se pelean por intentar darle la mano en señal de respeto. Se lo ha ganado. 



En el Congo todos los barrios tienen sus propias estrellas. Los Gemelos Lipasa (uno sobre el ring y otro realizando hechizos desde el ringside), Guyga, Mabokotomo, Cap Nina, Muana Ndoki, Zombi de Kibambi, Robotcop, Ours Noir o Mwimba Texas (africano albino ya fallecido). El país está repleto de luchadores y, como no, de luchadoras. Miss Marth, La Reina Shakira, Zena La Leona, Lina Do Balazo o Yola das Pastilhas son claros ejemplos de que el Catch Fétiche es un salvoconducto para el sexo femenino.

La mezcla de sexos en este tipo de luchas nunca ha sido algo común (y más tras la desigualdad de género que dejó la guerra civil), pero gracias al crecimiento del Catch Fétiche las mujeres lo han empezado a practicar y lo han utilizado como empoderamiento de ellas mismas para poder medirse de igual a igual contra un hombre. Y es que el Congo es un país en el que es muy difícil ser mujer. Violaciones, abandonos, violencia… También he podido ver reportajes donde las luchadoras explican sus experiencias personales y, creedme, son muy pero que muy jodidas.

La Reina Shakira encabeza la lista de luchadoras hechas a sí mismas. Viviendo en la calle fue violada cuando apenas era una niña y ahora cuida tanto de su hija ya adolescente como de chicas rescatadas de prostíbulos. Tal es la desesperación de estas jóvenes que, en cuanto

Shakira baja la guardia, desaparecen para volver a prostituirse y ganar algo de dinero. Compagina todo ello con su trabajo y el entrenamiento de Catch Fétiche. Ojalá yo fuera la mitad de valiente que ella, la verdad. Explica que cuando entra en el ring se siente libre de poder hacer “sufrir” a los hombres por todo lo que le hicieron.

Shakira practica el vudú en su domicilio y son muchos los vecinos que acuden a ella en busca de ayuda. Esto la ha ayudado a introducir el fetiche en sus luchas. Con un par de hechizos y unos cuantos bailes tribales al son de la charanga el contrincante queda paralizado. Tanto, que no puede evitar caer al suelo para que Shakira (metafóricamente) le extirpe los testículos y proceda a comerlos delante de la turba. ¿Hay algo más digno para ella misma que arrancarle la virilidad a un hombre? Simplemente espectacular. 



En los grandes combates de fétiche los dignatarios y chamanes ocupan las primeras filas. Y es que, aunque en el país todavía exista cierta tensión entre el cristianismo y los “herejes” practicantes de vudú, a esta gente aún se le guarda respeto.

He visto quemar gallinas vivas, niños volar, personas poseídas, cabezas a las que les salía humo, muertos resucitar… En fin, quizá las luchas no sean del todo ortodoxas, pero el espectáculo es tal que es imposible no disfrutar con ellas.

Música, animación, catch, personajes variopintos, vudú, tradición… todo esto forma el Catch Fétiche y es tan sencillamente inexplicable que es mejor que busquéis y os empapéis de todo este mundo tanto como he hecho yo. No os quedará otra que defenderlo como uno de vuestros deportes favoritos. Así pienso hacerlo.

Galería de fotos:

Luchadores de fétiche

 
Caravana con luchadores y aficionados dirigiéndose al espectáculo


Edingwe Moto zampando

lunes, 7 de septiembre de 2020

LA WWE Y YO

 Por Rebeca Turmo

La verdad es que cómo llegué aquí tiene su historia. No es que fuera una fiel seguidora de la WWE. De hecho, hace muchos años que le perdí la pista. Había borrado la lucha libre de mi cabeza. Para mí fue un programa televisivo con el que muchos crecimos y que, aunque no me atrapó en su momento, sí me dejó pequeños recuerdos que están ligados a mi niñez.

Pocos nombres recordaba. Rey Mysterio, Batista, The Undertaker… y poco más. Ah, bueno, y Héctor del Mar. Éste era mi único acercamiento a la lucha libre.

Como una conjunción planetaria apareció Rubén en mi vida a finales del 2016. Entre las muchas sorpresas que escondía, el fanatismo por la lucha libre era una de ellas. No había día que no lo viera repasando combates actuales y clásicos. Me decía nombres que yo desconocía, venía emocionado a mostrarme cuando su luchador favorito había ganado un título, me enseñaba fotos, vídeos… y, así, poco a poco la lucha libre me invadió.

Los planetas seguían haciendo de las suyas y Diego apareció, no en mi vida, sino en la nuestra. Si Rubén era fanático, Diego lo era más.

Una gran velada se estaba cuajando; Wrestlemania 34. Yo no entendía cuán importante era para ellos ver este evento pero ahí estaba yo, delante del televisor, como una extraña entre fuegos artificiales, los gritos de ambos, insultos, risas, anécdotas, decepciones y datos que desconocía. Como he dicho, mi relación con la lucha libre era escasa y me quede alucinada de que la WWE siguiera llenando estadios. Además, salí encantada con semejante mezcla entre realidad y ficción.

El fanatismo de ambos y la curiosidad que dejó en mí Wrestlemania, me llevó a tener una segunda cita. El 4 de noviembre del 2018 fuimos en expedición al Palau Sant Jordi de Barcelona para ver uno de los mayores espectáculos del mundo en directo, WWE Live Show.

Alrededor de unas 6.000 personas, entre los que se encontraba una minúscula yo, tomaron asiento. A medida que transcurría el show, la emoción iba en aumento. Me resultó sorprendente ver tantas generaciones de espectadores juntas, compartiendo toda clase de sentimientos hacia los diferentes luchadores. Verlo en directo es una sensación totalmente diferente y es donde realmente ves todo el esfuerzo que hay detrás de estos eventos (organización, trabajo físico y entrenamiento, vestuario, producción…). El espectáculo me cautivó y un pensamiento me rondó por la cabeza durante y después del evento hasta el día de hoy. Y es que todo esto sigue vivo; muy vivo. ¿Quizá la lucha libre me ha conquistado?

Alexa Bliss y las Riott Squad en su entrada en el Palau Sant Jordi el 4 de noviembre de 2018